"De nuevo venciendo en la cancha de la vida, haciéndole goles al estigma de las siete cruces que te colgaron de la frente."
Este mundial en sudáfrica ya me tenía molesto con la falta de
dignidad profesional y humana de Shakira, es una vileza, para decir
esto mejor que injusticia, que las voces hermosas del África quedaran
silenciadas por los manejos de las grandes disqueras y que ella se
hiciera cómplice al aceptar sustituir a un cantante negro. Realmente el
deporte está cada día más vendido a los intereses capitalistas.
Ayer
vi el primer partido de Argentina y allí te vi a ti, adentro de un
traje de entrenador, rodeado por la áurea de ser el entrenador de la
selección de tu patria. No pude menos que empezar a reírme a
carcajadas, ¡allí estas de nuevo, Maradona! Ante las cámaras del mundo
entero en un puesto de lucha, en contra de todos los maldecires y las
descalificaciones que en tu contra se hicieron, de nuevo venciendo en
la cancha de la vida, haciéndole goles al estigma de las siete cruces
que te colgaron de la frente.
Sería como hace casi dos años
que estuve en la casa uno de La Pradera, en la Habana. Yo llegué de
visita y pedí que me abrieran para conocer la casa dos. Pocos saben esa
historia detalle a detalle, como puede saberla uno al escuchar las
historias y las fábulas de tu estancia en esa casa cuando caíste
derrotado en un encuentro donde la cocaína te metió una saparapanda de
goles que te dejaron en el piso. Una droga que había entrado a tu vida
como casi siempre entra en nuestras vidas, llena de amores y sabrosuras
y que se transforma de a poco a poco en este infierno que se llama
adicción te había ganado la batalla y había destruido todo lo que hasta
ese día habías logrado hacer con tu vida.
Me decía un
compañero de trabajo que todo gran chofer lo es hasta que choca.
Hablábamos de ti. Se, porque como tu yo también terminé en Cuba por lo
mismo, el amargo sabor de ese infierno, las terribles cadenas de la
esclavitud al consumo, que no siempre es tan fácil de superar. Tu debes
de saber como queda uno de abatido y que difícil resulta hacerse un
camino luego de una caída en la que son
muchos los que enfilan sus
baterías para terminar de aplastarnos o impedirnos ser alguien en lo
que nos queda de futuro. Yo recuerdo aquella casa dos toda pintada de
números diez por tus propias manos, aquel hombre de trapo al que
golpeabas cada vez que te llenabas de ira, aquella imagen que inventé,
en base a los cuentos de las camareras y choferes que me hablaban de
la turba de paparazzi y periodistas que a diario te mandaban a firmar
franelas por 100 dólares como sacándole provecho al caído,
escribiéndote con cenizas en tu alma aquel número diez como el número
de un derrotado. Respiré el aire que dejaste en aquella casa y que
nunca volverá a ser un aire común, por lo menos para quienes como yo
hemos pasado ese mismo infierno de tener que vernos a nosotros mismos
hechos pedazos y levantarnos entre nuestra propias lágrimas a ver o
inventar como rearmar nuestras vidas cuando ya todos apuestan a que
nunca volveremos a ser nadie. Cada día me toca dar la mano a gente que
cae por el mismo precipicio, a decirles que es mentira que nunca
seremos nadie, que es mentira que somos enfermos para siempre, que es
mentira que estamos sentenciados con los siete sellos de la maldición
de la adicción o de la droga en nuestra frente. Ese ha sido mi camino,
luchar por la dignidad de todas y todos los que caen en la trampa de la
cocaína o la heroína, de las drogas o el alcohol y que son de una vez
sentenciados a ser culpables. El adicto no soy yo, adictiva es la droga
que nos atrapó en la esquina. El enfermo no soy yo, enferma es la
sociedad en la que seres ya sin valores, tan solo por dinero, terminan
jibareándole venenos a sus vecinos. Pero la humanidad a veces, tú lo
sabes mejor que yo Diego Armando, no asume sus propias culpas. Los
culpables somos nosotros.
Has sido culpable mil veces, tu
que saliendo de Cuba llegaste a Argentina y en menos de dos meses
estabas otra ves en la camilla derrotado por el mismo monstruo una por
cero, de vuelta a casa dos, a la Habana. Culpable y sentenciado a no
ser nadie más nunca en tu puta vida, como yo, como todos los que nos
asfixiamos alguna vez en este terrible laberinto. Culpable una y mil
veces y una y mil veces tener que volver a llorar con nuestra imagen
reflejada en un espejo partido en cien pedazos. Cargar con la cruz y
buscar oxígeno de donde sea para empezar de nuevo. Como si todos ellos
fueran a vivir dos o tres veces para asumir el derecho de quitarnos las
esperanzas a quienes sabemos muy bien que solo tenemos esta vida.
Yo
se muy bien la humilde y gran alegría de tu corazón. Es tuya y es mía,
es de todos los que llevamos esa pesada etiqueta de rehabilitados de
las drogas, es mío y es tuyo el latido enorme de mis venas al ver cada
gol que haga la ambiceleste pues le estas dándo una hermosa lección a
todos, estás ganado el mejor de los partidos que hayas jugado: si somos
posibles y somos hasta mejores seres humanos, pues venimos del oscuro
hueco del infierno y aprendimos a conocernos y manejarnos. Subimos
con las manos por las escarpadas paredes para volver a triunfar y
rescatar toda nuestra dignidad perdida y pisoteada. Tú no estás donde
estás como un premio de consolación a lo que fuiste antes, estás allí
porque estás. Porque nadie lo haría mejor que tu. Amarrado a tu
compromiso a ti mismo y a la vida, como yo a la mía y como todas y
todos los que somos hermanos de dolor y de enfermedad, que tenemos que
vencer por sobre los estigmas y las descalificaciones y hacernos
enormes, grandes, gigantes, como tu, no para vanagloriarnos ni
envilecernos, sino para, con toda la humildad de este mundo, rescatar
la dignidad de nuestros hermanos y la propia.
Solo por hoy
estás en Sudáfrica, solo por hoy haciendo a tus muchachos hacerle goles
a la vida, a tu alma que los necesita para curarse de tantas heridas,
y para la de mis hermanos y para la mía. Solo por hoy vuelve a poner en
sus tacos la rabia que le ponías a tus tacos en aquel potrero que se
llamaba “las siete canchitas” donde aprendiste a patear a las
injusticias de la pobreza del barrio al sur de Buenos Aires donde
naciste, dale patadas con la rabia acumulada en el sanatorio de los
Arcos, o en el Hospital de la Madre Teresa de Calcuta y la rabia con
que escribía sobre las paredes de la casa dos en la Habana, dale con la
misma rabia con que te hiciste hermano de Fidel Castro y de Evo y de
Chávez, de la revolución necesaria.
Yo como tu también un día
tape todos las ventanas con pintura negra. Para que no entrara el mundo
o para olvidarlo. No soy yo, no eres tú, son miles los que como tú y yo
sufrimos esta agonía. Hoy estamos rompiendo las ventanas y sacamos la
garganta para gritar por todos que tenemos derecho a la vida, que hay
que limpiarle al mundo de tantas injusticias y que hay que crear a la
mujer y al hombre nuevo para que vivamos todos el nuevo mundo que
estamos construyendo. Yo como tú sigo viviendo mi vida a pesar de
sentir en la espinilla las zancadillas de muchos, hasta de los que
tienen el deber de ayudarte porque nunca aceptarán que podamos triunfar.
Digan
lo que digan, que ya no nos importa, eres tu mismo el que está en el
campo, y somos todos contigo Diego Armando, dale con todo a la pelota,
con los pies, con el puño o con la boca, que este partido es nuestro y
ya vamos ganando 1 por 0 camarada!
brachoraul@gmail.com
http://www.kaosenlared.net/noticia/carta-abierta-diego-armando-maradona
Carta de Maradona a los argentinos
Previo al encuentro con Mexico, el entrenador de la Selección, Diego Maradona, le dedicó la siguiente
carta a los argentinos:
"Estamos por salir a la cancha. Quiero decirles a todos los argentinos que
vamos con todas las ganas y a tratar de darles una alegría en este Mundial. Sabemos que todos están
con nosotros y los sentimos muy cerca pese a la distancia. Quédense tranquilos, porque hay 23
fieras que van a dejar todo por la camiseta".